Por Daniela Valadez
A consecuencia de la concientización de un consumo responsable en el mundo, México se sumó a este movimiento a través de la separación de la basura, fue así como se abrió paso al cuidado del medio ambiente en nuestro país.
Durante este cambio, nos volvimos inspectores, aquellos que no separaban la basura, eran evidenciados en las áreas comunes del vecindario para causar incomodidad, presionando de esta manera para que se subieran al tren del reciclaje.
Esta acción no suena tan alejada de nuestra cotidianidad si nos detenemos a pensar en que muchos de nuestros comportamientos, inclusive de compra, están acompañados de presión social.
En eso consiste la terapia ecológica de la vergüenza, hacernos sentir culpa de nuestra acciones cuando sabemos que estamos actuando en contra de nuestra ética personal, en este caso, ética ecológica.
En nuestro Sindicado sobre consumo slow, edición “Fast Fashion” identificamos que existen posturas que los consumidores aplicamos a la hora de comprar para actuar con conciencia ambiental. Buscamos un propósito o sentido responsable al producto y medimos el impacto que hay detrás de nuestra decisión de consumo.
Si no podemos justificar esta compra y nos genera un sentido de vergüenza adquirir el producto porque no se acomoda a nuestra postura de consumo responsable, buscaremos alternativas que respondan a las 5 preguntas de la conciencia.*
- ¿Qué estoy haciendo?
- ¿Por qué?
- ¿Para qué me sirve?
- ¿Afecta/beneficia?
- ¿Ayuda, destruye?
Si esto no responde a lo que estamos buscando, abandonaremos sin duda alguna el producto e inclusive a la marca.
Es por ello que los consumidores comenzamos a ponerle más “presión verde” a las marcas. Nosotros hemos empezado a hacer la tarea de consumir con conciencia por obligación, por gusto o por vergüenza de ser participes de la contaminación del planeta, pero ¿qué están haciendo las marcas para ser nuestras aliadas?