Por: Cecilia González Michalak
La salud mental se ha visto afectada en México durante la pandemia del COVID-19. Existen varias posturas sobre las enfermedades mentales que complican su tratamiento ante la sociedad y su estigmatización como un problema alejado de la realidad mexicana.
“El dolor mental es menos dramático que el dolor físico, pero es más común y también más difícil de soportar”. Esta frase de C.S. Lewis –autor conocido por su saga fantástica de las Crónicas de Narnia– hace un retrato breve pero muy incisivo sobre lo que es padecer algún tipo de enfermedad mental.
Posturas frente a la salud mental
Muchos creen que tener salud mental remite tangiblemente a la búsqueda de la felicidad. Que es un lujo. Que sólo hay que pensar en ella cuando uno tiene controlado los demás aspectos de su vida. Que es una enfermedad para ricos.
Lamentablemente, hay una mayoría que piensa que la salud mental se refiere a un “problema de primer mundo”. Esta concepción es debida a que cuando se vive en condiciones de pobreza, desempleo, violencia familiar, falta de autosuficiencia económica, adicción a sustancias o discapacidad, parece normal sufrir de ataques de ansiedad o de depresión. Pero cuando se pertenece a un nivel socioeconómico alto uno puede permitirse cuidar de su salud mental a falta de otras preocupaciones.
A raíz de un estudio que realizamos en dlR Group, encontramos que en México existen tres posturas al tratar el tema. La primera es que estar mal significa que es culpa de tener una mente débil, rechazando y haciendo burla al problema. La segunda es que hay que aprender a lidiar con eso buscando soluciones o distracciones. La tercera le da importancia a la gravedad del asunto, pero hay muchos estigmas para hablar del tema abiertamente o buscar ayuda.
La incredulidad ante este tipo de enfermedades mentales constituye un problema cultural complejo. No hay empatía, se juzga a las personas que sufren algún trastorno, se crean problemas de comunicación donde se crean prejuicios, estereotipos y falsas creencias, y al final se cosifica a la gente como un malestar unidimensional y no como un ser integral.
La salud mental durante la pandemia
Además del COVID-19, una pandemia invisible empezó también a atacar muchos hogares: la depresión y las enfermedades mentales. La pandemia y la cuarentena eterna destacaron vulnerabilidades que ya se tenían en temas de salud mental.
El encierro, el estrés de la incertidumbre, el cambio de rutinas y las noticias agudizaron tensiones pre-existentes que se camuflaban con las actividades del día al día. La pandemia simplemente resaltó la búsqueda de salud mental; las personas trataron de satisfacer esas necesidades olvidadas o contenidas, articulando nuevas formas de pensar en consumo.
15 millones de mexicanos, 12.5% de la población total, padecen de algún tipo de enfermedad mental: los principales siendo depresión, trastornos de ansiedad, trastorno por déficit de atención, autismo, esquizofrenia, trastorno bipolar y trastornos en conducta alimentaria. Desafortunadamente, la taza de suicidios es de 1.6% en la población adulta, y el porcentaje va en aumento año con año, según las estadísticas de mortalidad del INEGI.
Según el estudio “Impacto del COVID en el bienestar de la población mexicana”, del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana, 3 de cada 10 mexicanos han tenido ansiedad o depresión durante la pandemia. 29% tuvieron síntomas depresivos y 32.4% tuvo síntomas severos de ansiedad.
(https://equide.org/pobreza/https-equide-org-pobreza-impactos-del-covid-19-en-mexico/)
Mucho de esto se debe a los factores del entorno como el contexto social, político y económico, a los factores emocionales como lo son las relaciones familiares y problemas personales, los factores de salud que se aúnan a las preocupaciones y, por último, al sobre-estímulo de las pantallas y la luz artificial.
Un tema para quedarse
Existen tres territorios que surgieron a raíz de la pandemia para que las marcas puedan conectar con la salud mental de los mexicanos. El primero es el territorio de la tranquilidad. Para poder alcanzarlo se deben ofrecer alternativas que reemplacen sus actividades previas o que abran nuevos caminos de equilibrio, donde el estrés y la sobre-estimulación de noticias sean sustituidos por relajación y contenidos que aporten un descanso mental.
El segundo territorio es el de apertura que se logra a través del uso de una comunicación normalizadora, evitando tabúes, exageraciones y ridiculizaciones. Esto se puede lograr a través de una correcta investigación y documentación con fuentes veraces para prevenir prejuicios y concepciones erróneas. Por ejemplo, no se debe de hablar de “enfermos” sino de “personas con problemas de salud mental”. Lo importante es tratar el tema con naturalidad y recordar que nos dirigimos a personas íntegras.
Para terminar, el último territorio es el de resolución. Se deben aprovechar las manifestaciones físicas para promover acciones y discusiones alrededor de la pandemia. Dejar de ignorar este tema hará que lo invisible, ya sea por ignorancia o por indiferencia, se haga visible. Con la percepción de la salud mental como algo tangible la gente podrá acercarse al tema, investigarlo, discutirlo y hasta proponer soluciones propias.
La salud mental es un tema importante que ya no se puede ignorar y que no debería estigmatizar a las poblaciones vulnerables. Es importante ofrecer alternativas que abran nuevos caminos de equilibrio y un diálogo. La comunicación es importante porque permite la empatía y la sensibilidad a estos temas. Hay que entender que está bien no estar bien, como individuo, cuando existan síntomas, podemos buscar ayuda y como marcas podemos favorecer a una conversación sana sobre la salud mental.