Por Carmen Molina
Mucho se ha hablado sobre el ritmo de vida de los millennials y nuevas generaciones a través de los años; pero hoy, con el mundo cambiando como no se veía en algunos años, la incertidumbre es más palpable que nunca.
Más allá de pensar qué haremos en un mes o dos –pues poco control tenemos sobre esto- la interrogante sobre cómo cambiará el mundo en el futuro se siente a diario, de manera inminente. Y es que hace tiempo que no nos encontrábamos frente a tantos escenarios posibles. Esta etapa reclama reestructura en todos los sentidos.
Hay muchas teorías sobre el cambio paulatino que han tenido todas las generaciones antecesoras a los millennials y centennials y sobre cómo las nuevas generaciones iban a revolucionar paradigmas que durante mucho tiempo parecieron vigentes. Sin embargo, nadie se esperó que “éste” iba a ser el motor obligatorio de cambio.
¿Qué se hace cuando el ingrediente más importante que movía a las nuevas generaciones está en pausa indefinida?
Con esto nos referimos a las sonadísimas experiencias. Hasta parecía a veces repetitivo mencionarlo como definición o insight distintivo de los millennials o centennials. Se pensaba cada vez más en cómo crear la siguiente experiencia perfecta, enfocada en demostrar el uniqueness individual, y recordando siempre: entre más instagrameable mejor.
Pero si la nueva realidad es volver a los espacios cerrados, poco concurridos y más privados, ¿dónde queda todo este lenguaje construido a partir de lo que hacíamos diariamente?
Las experiencias van a cambiar. Tienen que hacerlo. Las motivaciones también lo harán, lo que antes parecía como una gran meta por alcanzar –por ejemplo, viajar por el mundo o ir a ese festival de música- hoy ha perdido un poco el sentido; no porque el deseo haya desaparecido, sino porque el mundo nos ha puesto en pausa obligatoria y no hay una fecha prevista para reanudar y concluir todos esos planes que aunque se sienten lejanos, todavía están de algún modo anotados en nuestro calendario.
Hoy más que nunca, las marcas necesitan trabajar en brindar comunicación, – y sobre todo- conexiones genuinas con sus consumidores. Hoy no hay tiempo para los rodeos ni las falsas promesas, los consumidores actuales van a exigir más tangibles y menos aspiraciones, pues no hay un momento claro sobre cuándo cumplirlas. Además, surgirán nuevas necesidades y realidades que no estábamos preparados del todo para accionar. Todo lo que ayude a evadir esta incertidumbre y a devolver el sentido de control a la vida cotidiana, tiene que apelar a estos nuevos deseos.
Los encabezados financieros y de prospección para el futuro son alarmantes y claramente preocupantes. Por supuesto que hay que estar informado, prevenido y en cierto sentido, preparado para lo peor. Pero si analizamos un poco, estas dos generaciones están algo acostumbradas a este tipo de noticias, pues prácticamente durante toda su vida se han enfrentado con realidades no del todo favorecedoras: debacle de empleos, crisis de vivienda, imposibilidad de jubilarse, daños ambientales irreversibles y mucho más.
¿Son estas las generaciones que inconscientemente están más preparadas para esta nueva etapa?
Las cosas van a cambiar. Es un hecho. Probablemente a partir de hoy consideremos más importante ahorrar aunque sea un poco para un imprevisto o pensemos que invertir moderadamente en el espacio de vivienda sí vale la pena. Quién sabe, tal vez volvamos a considerar comprar un departamento o un coche –cosa que a muchos les suena bastante atractiva en este momento- , nos cuestionaremos dos veces lo que estamos comprando en el súper y a lo mejor consideraremos que aprender a cocinar las recetas de la familia sí era una buena idea. Mucho se va a ir construyendo sobre la marcha.
¿Será un proceso doloroso?
Sí, todo proceso de duelo lo es, sin embargo estas generaciones han crecido con la opción y el ahínco de reinventarse; han creado nuevas reglas y han obligado a las marcas y a las industrias a trazar nuevos caminos a los que poco a poco nos hemos ido adaptando. Esto no será la excepción. Se viene el momento, donde tal vez sea bueno dejar las visiones pasadas donde se consideraba a estas generaciones como las de cristal o las que “de todo se ofenden y no aguantan nada” y empezar a fijarse en la reconstrucción que paulatinamente se irá abriendo camino. Quién sabe, a lo mejor en algunos años otro adjetivo se une a la lista: resilientes.