Entre los temas que aparecieron en la agenda del mexicano durante la pandemia estuvo la búsqueda de refugio en la indulgencia. Frente a la pérdida del permiso para socializar, la merma económica y la importante presencia de ansiedad, las familias mexicanas se refugiaron en los placeres indulgentes. En su momento, los expertos hicieron notar que no sólo el encierro sino la elevada inversión de tiempo en pantallas hizo necesaria una compensación sensorial: olfativa, palpable, gustativa. La indulgencia se expandió como refugio frente a la desaceleración del ritmo de vida (en cuarentena o fuera de ella). Indudablemente, México, el país que más horas invierte al trabajo en el mundo, experimentó (y lo sigue haciendo) el tiempo de una forma diferente. Aún más si consideramos que el tiempo invertido en traslados, especialmente en la ciudad, disminuyó considerablemente.
Fue así como vimos un oleaje muy disparejo y a veces impredecible, en los consumos indulgentes de diferentes categorías. Mientras que las relaciones sexuales se mostraron a la baja con una disminución en su frecuencia de 43%, la venta de juguetes sexuales se disparó en canales digitales. Mercados como el de los juegos de mesa crecieron 20%, pero la venta de cigarros tuvo una caída del 45%. Cuentas de Instagram dedicadas a recetas y cocina crecieron hasta en un 15% mensual desde que inició el confinamiento, y el tráfico de páginas como Pinterest y Buzzfeed México creció un 200% de manera orgánica desde la segunda quincena de marzo.
El valor social de la indulgencia creció. Pasar tiempo de disfrute (en alimentos, entretenimiento o actividades) se extendió como una práctica útil para enfrentar la inminencia de la enfermedad, la muerte y la crisis. El concepto de gozar retomó fuerza cultural y se consolida como un lugar seguro para atravesar la pandemia.
Conoce a través de nuestra serie de entregas los temas que brotaron libremente desde la agenda de los mexicanos.