Por Wendy Castañeda
Hace unas semanas se anunciaba el estreno de “Ya no estoy aquí”, película del director Fernando Frías. Este filme que ya comienza a ganar reconocimientos de talla internacional se reproduce en la plataforma de Netflix en el momento exacto en que los sucesos en el contexto local, nacional y global son detonadores de discusión y controversia.
Así es, es como si todo se hubiese alineado tal como lo hacen los astros y ahora estamos cuestionando, debatiendo, analizando e incluso defendiendo aquellos discursos introyectados y replicados socialmente durante generaciones, sólo que todos llegaron en cascada, desde distintos frentes para confrontarnos.
Pero ¿qué elementos hacen que esta película sea tan relevante para los mexicanos?, ¿qué emociones está trastocando o qué situaciones nos hace rememorar? A continuación, detallaremos algunos elementos detectados:
1. No soy yo, eres tú.
La historia de Ulises no es cualquiera, es la más representativa de nuestra no realidad, ¿qué significa esto?, que es la que más nos habla de lo que no queremos ver ni reconocer en nosotros, siempre serán los otros, los olvidados, los que menos tienen, el de enfrente, el que vi en el metro y ahí, en ese retrato, no cabemos porque nos da vergüenza, nos vulnera y limita.
En un México lleno de contrastes es de esperarse la invisibilización y sobre todo la anulación, es por lo que, con el lanzamiento de esta película, los primeros en sentirse ofendidos fueron los regiomontanos bajo el argumento de que esto no los representa.
¿Y es que como no sentirse agraviado?, tan solo pensemos que la capital (Monterrey) se comió al estado (Nuevo León), no sólo por su crecimiento económico histórico sino por ser la segunda ciudad más importante del país. Entonces en ese contexto, pues no hay cabida para este tipo de expresiones y mucho menos, que sean un referente local – regional de proyección mundial.
Aunque este comportamiento no es exclusivo de los regios, ¡no!, ponga el gentilicio que quiera o relaciónelo con cualquier entidad y entonces el “orgullo apegado a la tradición” apagará cualquier comportamiento o grupo distinto al predominante, porque las minorías parecieran no existir.
2. No hay “estética”, al menos no la esperada.
Hay un discurso generalizado de querer ver más gente “real”, como “nosotros”. Sin embargo, cuando vemos modelos de belleza distintos a los comunes, rostros que no son tan familiares y la adopción de looks auténticos, originales con mezclas entre punk, urbano y hasta rap en ropa y peinados, es entonces cuando nos sentimos incómodos.
En efecto, el look de Ulises y sus comparsas es lo que más resuena y lo que más burla genera no solo dentro de la historia, sino también fuera de ella. Porque lo diferente puede resultar para algunos un tanto irrisorio, abrumador y hasta atemorizante, pues tiene una carga de “precariedad”, que no queremos que nos represente.
3. Ni de aquí ni de allá
Desde la tradición, las expresiones musicales en el norte parecen estar acotadas a la banda, la música norteña, los corridos, pese a que en los últimos años han surgido otras como el rock, el rap y hasta el tribal. Tan solo en Monterrey, Celso Piña y su Ronda Bogotá fueron precursores de la cumbia colombiana y el vallenato, además de que reconoció los pasos de baile asociados a su ritmo.
No obstante, al igual que en la película, pareciera que la apropiación musical y el ritual (la forma de bailar y el “sonido en la calle”) que han hecho los Kolombianos es ajena a nosotros, sin importar las similitudes que tienen con los sonideros de la capital. Lo mismo sucede en Colombia, donde no encuentran coincidencia a la expresión de este baile.
4. Normalización de la violencia.
Dentro de la marginación que se muestra en el filme, hay comportamientos que son parte de la dinámica; así se vive, se sobrevive e interactúa, pero creemos que forma parte de lo que son y que es difícil de desprenderlos de ello. Pero esto no es exclusivo de un segmento social, cada vez es más cercano.
Tal es el caso de la integración a bandas, la asociación delictiva con fines de protección, la violencia intrafamiliar y social, el consumo de estupefacientes y la ausencia de respeto a la figuras de autoridad, etc.; todos y cada una de estas problemáticas están inmersas en la sociedad, a veces sin importar el NSE.
5. El jamaicón ataca de nuevo.
México es un país de comunidad y ahí el grupo ayuda, da seguridad, fuerza, sostiene y, además, genera identidad y contención. Fuera de este espacio podemos sentirnos con miedo y sin capacidad de resolver.
Y es que al igual que Ulises, más de una vez hemos sentido que nuestra existencia va sin dirección si no vamos de la mano del grupo, porque es éste el que nos reafirma identidad y convicciones. Por lo que, si la organización se desintegra y cambia de perspectiva puede existir un punto de quiebre.
6. El arte si tiene un sentido.
Más allá de la conceptualización individual de lo que significa arte, el grafiti, el canto, el hacer música, el baile e incluso la indumentaria que se muestra en el filme son manifestaciones artísticas no explotadas en la comunidad, que además sirven de catalizadores, puntos de unión y de relación con sus pares.
¿Qué queremos decir con lo anterior?, pues que no son en lo absoluto, pérdida de tiempo. Estas expresiones pueden ser puntos de contacto no sólo con los más jóvenes, sino que pueden abonar a crear un tejido social con enfoque, en actividades lúdicas, de entretenimiento y que forjen disciplina, esto sin importar la afinidad que se tenga con el tema.
Ya no estoy aquí nos está tratando de abrir los ojos a nuevas formas de interacción y de apropiación de la cultura, que, si bien apela a códigos residuales, también puede ser detonador de transformación de la comunidad para refrescar lo que somos y así, proyectarnos distintos, con apertura y sentido de integración global.
Este filme no sólo nos debe sacudir por la perfección de la fotografía. Es una invitación a enamorarnos de lo diverso, de lo distinto, de lo que somos y no queremos ver, por miedo a vernos evidenciados o por descubrir que tenemos más puntos de encuentro con los Kolombianos de lo que creemos.