Tatuajes, el auge de un nuevo lienzo

Por Diana Ruiz

Una práctica ancestral que nació junto a la civilización fue el arte, como identidad y expresión, donde la acción de plasmar un lenguaje silencioso no se limitó a papel y telas, extendiéndose a la piel para identificarse entre compañeros, pueblos y héroes.

Una tradición que se atenuó con el paso del tiempo y fue estigmatizada durante los años 80’s cuando se retomaron las técnicas prehispánicas realizadas por pequeñas punciones o piquetes en la piel, con un instrumento de dientes agudos o un punzón por medio de los cuales se introducían los colorantes, provocando el grabado permanente de la figura dibujada anteriormente sobre la piel.

Cabe mencionar que en esta época la única forma de conseguir un tatuaje era haber faltado a la ley: en un centro penitenciario. Pero esto no duraría por mucho tiempo.

 

 

Frente a la falta de aceptación que tenían estas prácticas sumada al decreciente interés de las nuevas generaciones por los lienzos y cuadros clásicos, los cuales solo parecían ser apreciados en los museos, llegaron artistas que no pretendían quedarse atrás y comenzaron a romper las barreras sociales que limitaban tanto la expresión artística como la corporal, nacen así los primeros estudios de tatuaje hace aproximadamente 25 años.

A paso paulatino fue creciendo el número de personas y artistas que se inclinaban a probar este nuevo arte que parecía tan cautivante y junto a la entrada de este nuevo siglo XXI que se encuentra armonizado con las herramientas digitales, muchos artistas se apoyan de las redes sociales como Facebook e Instagram para publicitar sus trabajos; entonces los interesados y curiosos pueden aprender, buscar y conocer más sobre esta forma de expresión que se había quedado eras atrás en nuestras raíces.

 

 

Esto nos lleva a un México moderno y revitalizado donde según Jiménez Segura para CONAPRED 1 de cada 10 habitantes posee un tatuaje. Es decir, 12 millones personas, de las cuales la mayoría no sobrepasan los 20 años. Dato en Forbes México nos coloca como el país número uno en América Latina, donde los ingresos para esta práctica superan los 450 millones de dólares (mdd), según la consultora Ibis World.

Ahora el arte tattoo ha tomado un giro donde una gran diversidad de personas encuentran una nueva identidad, así como antes se vendían pinturas cuadros y murales, ahora el púbico puede crear su propio diseño o pedir ayuda al tatuador para que después le sea plasmado sobre su propio lienzo vivo y personal. De esta forma se abren nuevas puertas a la libre expresión, la identidad y tolerancia.

 

Hoy, el tatuaje ya no es signo de conductas reprobables, sino que se ha vuelto un lujo de varios miles de pesos mexicanos ya sea por sesión o por tatuaje completo. Cotizaciones que se evalúan por tamaño, color y hasta parte del cuerpo. Convirtiendo un tatuaje en un producto que puede estar al alcance de quienes pueden costearlo. Mayoritariamente personas mayores de 40 años, quienes cuentan con ingresos de una carrera profesional y en su juventud no se tatuaron por estigmas sociales o rechazo social. Hoy, acuden con la seguridad de cumplir uno de sus sueños y portar aquel diseño que los representa.

 

 

Estas nuevas características han construido una imagen más positiva socialmente: los estudiantes con tatuajes no se meten en tantos problemas como antes, los trabajos se abren a la tolerancia y equidad solicitando específicamente conocimientos u habilidades laborales y a menos que sea sumamente necesario, se hacen menciones a la imagen personal, en las familias el entorno de convivencia puede ser rigurosos en algunas de ellas, pero gracias a la los medios de comunicación y a que los padres o abuelos tienen más acceso a redes sociales ha aumentado la aceptación y normalización de estas formas de arte corporal en las generaciones más jóvenes.

 

Estos diseños comprenden las tradiciones mexicanas que abarcan el bordado, alfarería y pinturas rupestres llevadas desde su técnica original hasta una adaptación por parte del artista para que logre plasmarlo sobre la piel de quien lo solicite y lo costeé. Generando competencia entre los mismos tatuadores; quienes mezclan el deseo del cliente con su marca personal como lo harían sobre un telar o un papel. Su propia firma, su propio estilo hacen simbiosis en un tatuaje único sobre la piel.